LOS SACRAMENTALES
La Santa Madre Iglesia instituyó los sacramentales. Estos son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los Sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida. Han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre.
CARACTERÍSTICAS DE LOS SACRAMENTALES
Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición de las manos, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita (que recuerda el bautismo).
Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal pues todo bautizado es llamado a ser una «bendición.» y a «bendecir» (Lc. 6, 28 AM. 1214, 1 P 3,8).
Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los Sacramentos, pero la oración de la Iglesia nos prepara para recibirla y disponernos a cooperar con ella.
DIVERSAS FORMAS DE SACRAMENTALES
Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, objetos, lugares).
Comprenden a la vez, la alabanza a Dios por sus obras y sus dones, y la intercesión de la Iglesia para que los hombres puedan hacer uso de los dones de Dios según el espíritu de los evangelios.
Todas las bendiciones son alabanza a Dios y oración para obtener sus dones. En Cristo los cristianos son bendecidos por Dios Padre «con toda clase de bendiciones espirituales» (Ef 1, 3), por eso la iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal de la Santa Cruz de Cristo.
Ciertas bendiciones tienen un alcance permanente, su efecto es consagrar personas a Dios, – no se han de confundir con la ordenación sacramental – y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares como la bendición de un templo o de un altar, la bendición de los santos oleos, de los vasos y ornamentos sagrados, de las campanas, etc.
Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y, o sustraída de su dominio, se habla de exorcismo, Jesús lo practicó (Mc. 1, 25) y de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (Mc. 3, 15 – 6, 7.13 16, 17)
En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne solo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos, es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es importante asegurarse antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del maligno y no de una enfermedad.
RELIGIOSIDAD POPULAR
Además de la liturgia sacramental y de los sacramentales, se debe tener en cuenta las formas de piedad de los fieles y de religiosidad popular.
El sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado en todo tiempo, formas variadas de expresión de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia tales como: veneración de las reliquias, las visitas a santuarios, las peregrinaciones, la vía crucis, las danzas religiosas, el rosario, las medallas, etc.
Estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituyen. Su ejercicio está sometido al cuidado y al juicio de las autoridades eclesiásticas.
Tomado del Catecismo de la Iglesia Católica – Conferencia Episcopal de Colombia y Catecismo básico – Padre Aste.